martes, 29 de junio de 2010

Lo embarazoso de los malos entendidos

Sobre las variedades musicales, las cejas de Julieta Venegas y las alucinaciones en la calle.



Clarita volvió a casa al fin. Si, ya sé que dos días no son nada pero que tu concubina te deje justo para un partido de Argentina y durante el mundial, es un gol en contra, especialmente si es fin de semana y hay movimiento social de por medio. En fin volvió y a casa y es mía y solo mía otra vez.

Las cosas siguen su curso natural, cosa que mi metabolismo no ha estado cumpliendo al pie de la letra dado que, hace apenas unos días atrás, JUSTO cando vino el hermanito de Clari a casa, adivinen quien reapareció? ...Sí, Arturo! (pareciera que Arturo aparece solo con público en la casa) Al parecer estuvimos abusando nuevamente de las pastas, arroces e hidratos de carbono en general y mi digestión no tarda en reaccionar. Pero por suerte fue una visita corta, nada que unos reiterados y violentos spashes y glup glups no hayan podido derrotar (para más información escatológica referirse al artículo “El trágico final del rey Arturo”).

Estos días sin Clarita fueron de gran asimilación musical. Durante su ausencia me apoderé de su biblioteca virtual de Windows media y recorrí los centenares de cds y discografías que tiene haciendo hincapié en alguno que otro como los Stooges, la Bléfari y otras bandas que hacía rato les debía una recorrida auditiva.

Desde luego que después fui mezclando músicas mías y no sé cómo pero terminé escuchando un disco que encontré que tenía escrito con birome Bic trazo fino: “mane” (imposible no reconocer el trazo de Bic). Por lo general cuando etiqueto un cd con ese título es porque las canciones varían tan trágicamente (no sólo de género sino también de intérpretes) que resulta imposible titularlo con una definición más abarcativa que mi propio apodo. Para ser más precisa, este disco tenía temas de Dos minutos intercalados con Coldplay, System of a Down, Fun People, Millencolin y Julieta Venegas. Bien, creo que ahora se aclaró la cuestión de variedad musical.

La cuestión es que de alguna manera terminé cantando cada tema al mejor estilo catártico (frente al espejo, actuando y haciéndome la que, de pronto, sabía tocar la guitarra) Y fue tan intensa la interpretación de cada artista que decidí, paralelamente, ir viendo los videos de cada tema en youtube para ir perfeccionando mis performances.

Llegando ya al final, me tocó una canción de esta jovencita, Julieta Venegas, que por más que no sea de mi mayor agrado, tiene la capacidad de pegarme sus musiquitas en la cabeza al punto en que termino tarareándolas todo la tarde (peculiaridad también de Lilly Allen…que ni siquiera se quién es pero escucho algo de ella y me mente se estupidiza).

En fin, viendo uno de sus videos recordé una época en la que me decían que me parecía a ella y mi autoestima automáticamente caía en un pozo ciego. No es mi intención criticar a esta jovencita porque, de hecho, me parece bonita. Lo que a mí me dolía de la comparación era la mezcla de género. Para el momento en el que me decían ser parecida a ella yo transitaba mi etapa post-mehagolapankita y para ser más clara en esto, es como si a un ‘punk cabeza’ lo comparan con un cantante de reggaetón….hiere, o no? Bueno así me sentía yo (y llegué incluso a asesinar el ancho de mis cejas pues temía que lo parecido entre nosotras fuera una cuestión de vellosidad, un horror por cierto, me quedaron ultrafinas y con una delgada línea verde que deschababa el verdadero ancho de mis cejas) “Las comparaciones son odiosas” siempre dice mi mamá y en esto sí que tiene razón. Y les cuento la raíz de esta afirmación.

Siendo muy pequeña, alrededor de los 8 añitos, quien les escribe, volvía con su familia de un camping, de vaya a saber uno qué pueblo, cuando de pronto mi madre tuvo la excelente idea de comprar unas ricas facturas en un supermercado. Estacionamos y bajamos a comprar. Llegando a la puerta mi mamá me advierte que esperara afuera ya que, pequeña Mane, vestía una remera empapada con un shortsito que funcionaba de esténcil de mi culito por lo mojado que estaba. Imagínense, entonces, que si volvía de una pileta, mi look era caótico, estaba bien quemadita por el sol y mi pelo era un chorizo que chorreaba agua. Por tal motivo, decidí quedarme sentada en el cordoncito de la entrada al súper mientras mi madre hacía las compras y mi padre esperaba en el auto (seguramente largando alguna que otra queja).

En ese momento, otra familia, en situación similar a la nuestra, estacionó y se dirigió hacia la puerta, donde estaba yo sentada. Entraron los hijitos (los muy desgraciados con sus ropitas secas) y detrás de ellos los padres, quienes al verme, hicieron comentarios por lo bajo y se detuvieron a mirarme. Yo, quietita como una roca, (mi mama se encargó de grabarme el sermón “no hables con extraños” durante toda mi infancia…luego se preguntan por qué fui tan ‘autista’) los miré con mi mejor cara de inocente, por si pretendían raptarme, y ellos, inclinándose hacia mí, me tiraron unas monedas…

(…) Más puntos suspensivos.

Consternada por la situación, me tomé 5 minutos para recapacitar sobre lo que había sucedido. Por un lado, la idea de generar lástima despertó un interés lucrativo en mí y, por otro lado-fíjense aquí la influencia televisiva- me había gustado la idea de parecer pobrecita para verme como una de las niñas de “Rincón de Luz” (mirá lo que generaste, Cris Morena) pero en el fondo sabía que, viéndolo fríamente, debía sentirme avergonzada por lo acontecido.

Al ratito en que mi cabecita procesó todo eso, apareció mi madre con las facturas y algún que otro producto de más que las madres siempre compran ‘para tener’. Luego de una conmovedora carita, le extendí mi brazo y lentamente, para generar suspenso, abrí mi mano hasta descubrir las moneditas.

Mi madre, con su forma tan directa de decir las cosas, me miró de pies a cabezas y, luego de entender lo que había sucedido, quiso restarle importancia diciéndome:

Madre empática:- Aaaaawww , claro…. mi vida! Mira lo que parecés… jajaja, parecés una negrita que pide!… jaja… (y en idioma ‘bebé’ o ‘perro’, como cuando se pretende expresar ternura hablando en tono agudo o como pelotud@- pobres mascotas y bebes que sufren esto a diario- prosiguió.. ) po-be-tita eza(ella) padeze (parece) vi-ze-riiii-taa (villerita) oohh ...

Y torturándome con comentarios burlones en ese peculiar tono de voz, me llevó hasta el auto; elevando cada vez más el volumen de sus cargadas para informar también a mi padre sobre lo acontecido y hablar de ello las 30 cuadras que faltaban para llegar a casa.

Esta anécdota sí que ha sido tópico de conversación en reiteradas reuniones familiares o con amigos y por lo general termina coronándome como el hazme reír de la reunión. Qué curioso.

Y si, es feo que te comparen. Pero si hay otra cosa que también es incómoda, es confundir a una persona en plena vía pública. En un primer momento, esto le había sucedido a Clarita un día en que se retiró de su trabajo por desvariar psico-emocionalmente.

Sucedió hace poco, caminando a la vuelta de Teletech, mi quería concubina, víctima del stress propio del trabajo de call center, alucinó y creyó haber visto una vieja compañera de trabajo. El detalle a tener cuenta es que la joven ya no vive aquí sino que se mudó a España lo cual imposibilitaba alguna coincidencia. Mi querida Clarita, totalmente convencida, saludó a esta muchacha desde en frente de la otra cuadra y se decidió a cruzar directamente hacia ella para saludarla. Al aproximarse y dejando solo unos pasos de distancia, mi bichi, finalmente dio de cuenta que esta señorita no era quien ella creía y, al mejor estilo mehagolaboluda, siguió caminando como si nada hubiera pasado…

Por supuesto que esta señorita no tardó en largar su mayor carcajada al notar al papelón de mi Bichi.

Suele suceder. Y lo reafirmo porque la semana pasada me pasó a mí. Salí feliz de mi facultad y caminando sóla por Pellegrini, vi que unos chicos que caminaban delante mío, me hacían señas para que me apurara. Yo, segurísima de que era Cairo con otros chicos (unos compañeros de la facultad), lo miro y haciendo una cara graciosa, no sólo me apresuré en mi caminata sino que corrí hacia ellos. Si, corrí. Pensé, igualmente, “qué raro…estos chicos nunca caminan para este lado”.

Y fue recién cuando estuve por chocarme con ellos que verifiqué que no era Cairo ni ninguno de los chicos que yo creía por lo que desvié mi trote hacia la esquina de Corrientes y Pellegrini haciéndome la que corría un taxi. Patético. Las risas no sólo fueron explosivas sino que también estuvieron acompañadas de burlonas señaladas con el dedo.

Por lo citado anteriormente, si te cruzo por la calle, no llevo puestos mis lentes y tardo en reconocerte o, directamente no te hablo, tené en cuenta que acarreo importantes traumas en lo que a reconocimiento de gente se refiere. Gracias.

martes, 22 de junio de 2010

El amor en tiempos de libro de autoayuda
De los encuentros casuales, el cutis acneico y el amor por uno mismo.


Creo que no existirá jamás otra ocasión tan propicia para la escritura como la de hoy. Me levanté temprano con el eterno resplandor de mi ventana sin cortinas y ahora me vine al comedor al ladito de la ventana y de frente a la puerta, aprovechando la increíble paz, tranquilidad y soledad de las calles que genera el bendito mundial en días como hoy, cuando juega Argentina.
Este último tiempo ha sido muy teen. Y no lo digo sólo por los granos púberes que paseo últimamente en mi rostro (de hecho y de alguna forma me alegra tenerlos porque estúpidamente me hacen sentir que aun soy una niña adoleciendo y padeciendo las dificultades epidérmicas propias de la edad) sino también por el manojo de proyectos e ilusiones que vengo entretejiendo que más de una vez me sorprenden hablando sola por las calles o riéndome sólo porque sí.
No puedo presentar queja alguna. Por más que cada dos por tres Clarita duda acerca del sentido de su vida, por suerte Pablo nos distrae deleitándonos con sus platos (y cuando esto no sucede siempre hay una punkynesa lista para rescatarnos) y a tan sólo una cuadra de nuestro hogar han inaugurado una bellísima panadería (que cierra recién a las 23 horas!).

[Nótese que el párrafo anterior con tanta carga de felicidad hace exclusiva alusión a cuestiones puramente gastronómicas. Nótese a posteriori las consecuencias que se asoman de la cintura de mis jeans (si, ahora se le dicen consecuencias)]

No creo en el azar pero esta vez diré que de casualidad, la semana pasada, me encontré un viejo profesor particular de matemáticas y ciencias horribles en la plaza Sarmiento vendiendo libros. Con un par de añitos encima pero con la misma mirada seductora de hace 6 años, volverlo a ver me produjo la misma reacción que el mismísimo día en que lo conocí.
Recuerdo que para aquel entonces mi mamá atravesaba la crisis en que las madres descubren que sus hijos tienen puntos débiles y no son perfectos y Marianelita en su libreta de calificaciones presentaba grandes dificultades con las ciencias exactas lo cual llevó a Cristina a mandarme a clases de apoyo.
El aterrador mundo de los números y las fórmulas nunca me resultó atractivo y menos aún fácil de comprender por lo que decidí tomar esas clases. Y fue durante este período en que las matemáticas despertaron un extraño de interés en mí.
Para ser completamente honesta, mi profesor era la motivación personificada. Es, creo que hasta hoy en día, profesor del colegio alemán y sigue tan elegante, buen mozo y simpático como antes.
Y aquí es cuando vuelvo a insistir en la importancia de salir siempre listas de casa. Esa mañana en que lo reencontré yo estaba con Javier, Diego y Álvaro sacando fotos a los canillitas y puestos de diario para un práctico de fotografía y yo, por insistencia de Javier que me apura cuando me estoy cambiando, vestía lo menos atractivo de todo mi placard. No sé si fue por verlo a él tan lindo y yo tan nerviosa pero parecía haberme vestido para pasar inadvertida hasta por una obra en construcción colmada de los típicos obreros que te susurran alguna asquerosidad por más que lleves una polerita de lana de esas que, de tan anchas y gruesas, parece que vienen con kilos de regalo. Suele suceder.
Lo vi desde lejos y sin dudarlo ni un instante me acerque a su puesto. Y no es por tirarle flores ni nada pero su mesa de libros tenía las mejores obras de filosofía de toda la plaza. Con esta excusa y tirando algún que otro comentario por lo bajo acerca de los que iba ojeando, lo volví a mirar y noté que ambos hicimos caras de “te conozco y no me acuerdo de donde” o “te conozco y no me animo a saludarte porque se me va a notar que me seguís encantando” (desgraciadamente creo que la segunda opción es la que me identifica a mi)
Bajé entonces la mirada y levanté el libro que tenía en la mano y le pregunté cuánto salía. Él, manteniendo esta cara de “te conozco y no me acuerdo de dónde” me respondió que salía 35 pesos. Inmediatamente consulté mis bolsillos que no tenían más que 10 pesos y un pañuelo de vaya uno a saber cuándo. Consciente de mi miseria recurrí a Javi y con dulces palabras lo obligué a prestarme lo que me faltaba resaltando lo feliz que me haría leer “Pedagogía del oprimido” de Paulo Freire.
Volví al puesto y decidida a hablarle sin importarme el estado acneico de mi cutis ni mi look de “me cago en la ropa” le dije:

Yo:- Ehhm…me llevo éste! Sale 35, no?

Profe encantador:- Si si, sale 35 ese.

Yo:- (sacando a luz mi desesperación y mis gajes de negociante o rata comerciante) Bueno me lo podes dejar a 34, no? … jij…. (Intento de risa tierna y compradora)


Profe encantador:- Siii!… por supuesto…no hay problema… jee…(risa increíblemente seductora, digna de publicidad mundial de dentífrico)

Y fue ahí, luego de regalarme esa risa de joven apuesto en que le dije:

Yo:- Ay! ( siempre dejando salir alguna maldita onomatopeya que mas que atenuar la tensión me revela terriblemente ansiosa) ...Yo te conozco a vos… vos no dabas clases de particular de matemáticas o química o algo así ? (dar opciones me parecía una perfecta idea para no mostrarme tan melancólica y memoriosa sobre un hecho menor ocurrido hace 6 años…)

Profe encantador:- Seee!... (como descifrando un misterio)… yo te veía cara conocida de algún lado! Claro… yo daba (ese verbo en pasado me hizo dar cuenta que sería inútil retomar las clases y que fui aun mas patética en pensar en retomar clases de algo tan horrible solo por verlo a él, Dios!) clases de apoyo en un instituto hace un tiempo. Tenés razón…

Yo:- Claro.. si… yo me acordaba…por eso…si si…me acuerdo …que vos dabas…si… ( y unos segundos más de palabreríos sin sentido en los que no dejé un segundo de mirarlo)

Pasado ese episodio bochornoso, volví con mi libro de Paulo Freire y Javi a casa y me cocinó unos fideos increíbles.
Pero como bien saben, los episodios que luego de atravesar ciertos parámetros caen en mi clasificación de “insólito” o actúan de señal ( que para ser honesta estos parámetros son cada vez mas flexibles y me sorprendo cada vez con más facilidad antes las cotidianeidades) dejan un grupo de neuronas de reserva haciendo horas extras ( o en otras palabras…me tildan y me dejan pensando)
En este caso, esta situación me hizo reflexionar sobre algo tan ridículamente bizarro como es el proceso de ‘conocer y darnos a conocer’ con el sujeto añorado (sepan notar la sobredosis de Fromm y Barthes que ya empleo la denominación de “sujeto añorado” como ellos en sus libros que hablan de amor).
Recapacitando a partir de mis experiencias previas y de aquellas que, aunque no propias, contemplé y fui compartiendo con allegados, me di cuenta de lo absurdo que es todo. Y aquí Clarita podría sentirse aludida por hablar del absurdo y la falta de sentido pero esta vez no admitiré influencia de sus altibajos emocionales en mi reciente conclusión.
Es increíblemente llamativo y diría también peculiar o graciosa la forma en que nos presentamos con el sujeto añorado. Ciertas veces pareciera que conocer a alguien es aquella esperanza que, con un retraso importante, llega a rescatarnos de la perdición y de las sobredosis de salidas nocturnas en la que ilusamente creemos que vamos a toparnos con nuestra alma gemela (no es acaso absurdo pensar que en un terreno tan química y sustancialmente sobre-estimulado en el que jugamos a hacernos los lindos cantando y bailando vamos a encontrar algo más que una invitación a un trago o una declaración que se olvida al día siguiente?)
Hace ya tiempo, por suerte, cambió mi concepto de la salida nocturna y su significación se ha reducido exclusivamente a pasarla bien con amigos luego de varias noches en las que me encontré deambulando entre la gente viendo mis compañeras de salida irse con muchachitos a mandarse alguna por ahí (seguido del llanto o histeria del día posterior dedicado meramente a hablar de “esa que se mandaron por ahí”)
No es mi intención quitarle la magia al amor ni nada por el estilo pero me sigo sorprendiendo ante las actitudes y modos que adoptamos para vendernos en el mercado del romance. Por el contrario, creo que por un lado deberíamos vivir enamorados si cada vez que esto sucede nos va a invadir toda esta adrenalina y ganas de hacer todo con ganas. Suena raro pero lo veo así.
A veces pareciera que tiene que aparecer este ‘sujeto añorado’ para que la gordita deje de comer bestialmente, para que la peludita decida depilarse y para que la emo-depre vuelva a reírse. Y es entonces cuando me convenzo a mi misma que nada mejor que enamorarse de uno mismo. Por mas ombliguista y egocéntrico que suene, estoy convencida de que el amor propio es a veces el mismo camino por el que nos vamos a cruzar no solo con el ‘sujeto añorado’ sino también con el ‘trabajo añorado’, el ‘amigo añorado’ o la ‘oportunidad añorada’.
Deberíamos vivir con el entusiasmo y vigor que nos caracteriza cuando estamos enamorados. Con esa sana preocupación constante de “sentirnos siempre lind@s por si nos llegamos a cruzar con…” y con esa predisposición que haría a un claustrofóbico encerrarse en un ascensor con tal de ‘quedarse encerrado con…”.
El único desafío aquí es reemplazar el “con” por uno mismo. Sentirse bien para uno, cocinar rico para uno, estrenar la tanga nueva para una y querernos más allá de nuestros defectos, cagaditas y cagadotas.
Me asombro porque desvié totalmente el rumbo de lo que pensaba escribir (lo cual me sirve de excusa para escribir algo más) pero ahora que lo releo me está gustando la idea por más que pueda sonar a libro de autoayuda, de esos que Clarita tanto detesta.
Entonces se me ocurre un final irónico al mejor estilo “Canal Luz” para todas aquellas Claritas o Claritos que odian los mensajes de buena onda:

Pare de sufrir.
Enamórese de usted mismo.
¡Inténtelo y verá como de a poco su propia buena energía va atrayendo buenas nuevas a su vida!


FIN


PD:Respecto al post anterior: Sí, cancelé el turno y volví con Mirtita. El Jueves tengo turno.

jueves, 10 de junio de 2010

Mis dientes sin Mirtita.

De las preferencias odontológicas y los huracanes.





Hace ya unos días que cada peripecia cotidiana me está sirviendo de excusa para leer y revisar el sector “autoayuda” de mi biblioteca y demás autores de visión positiva sobre la vida (hace tiempo he decidió descartar radicalmente a Nietzche de mi vida y mi cabildo de héroes literarios).

Claro que Clara detesta mi sector autoayuda por calificarlos de ladrones y hasta se tomó el atrevimiento de criticar sin pudor alguno a mi coach espiritual Conny Mendez que por más que me habla en términos religiosos, luego de un filtro y una minuciosa descontextualización, me enriquesco con sus aportes.

Tengo también un libro que se llama “Cuerpo y mente” que señala relaciones entre dolencias físicas con dificultades psíquicas-emocionales. Aunque es libro es meramente reflexivo (no propone ningún remedio ni cura a tu dolor) es sumamente útil para revolver tus conflictos internos y encarar el dolor de otra forma, y si lo lográs incluso puede ahorrarte un turno con el médico.

Demás está decir, también, que soy una de esas ilusas (o self-chamuyables según Clara) que se asombran con vehemencia ante las casualidades de la vida acusándolas de señales y causalidades que necesitan ser analizadas o ciertas veces anotadas.

En fin, un periodo de mi vida con gran respaldo y apoyo en lo literario podría decir. Tal es así que tanta reflexión y bruma de conclusiones y re-cuestionamientos internos me mantuvieron alejada de mi catarsis bloggera. Qué bueno es estar de vuelta.

Volver a la tierra me significó, o en realidad NOS significó tanto a Clarita como a mí, ponernos al día con el orden del hogar, el congestionamiento de vajilla y el esporádico lavado de ropas (no menciono el planchado porque es precisamente inexistente). Y entre otros quehaceres, alguna que otra consulta médica.

Hace ya unas semanas (o porqué no meses) me debo una visita a la odontóloga dado que la mismísima muela me está sirviendo de recordatorio de ello cada vez que tomo bebidas muy frías o muy calientes.

Esto viene ocurriendo hace un tiempo a decir verdad, pero estuve esquivando el tema porque estoy sumergida en una situación que me está siendo difícil atravesar.

Desde mis 18 años Mirtita viene siendo mi dentista confiable, la que ha tronado mi búsqueda desesperada de un torno amigable. Ella y su esposo, a quien admiro notablemente por el cuidado y cariño con que me extrajo mis muelas de juicio.

Por ello y por mi relación con Mirtita, esa clínica fue siempre mi recomendación a cualquier alma desconsolada en busca de un buen dentista. Incluso funcionaba casi de terapia psicológica porque Mirtita tiene la peculiaridad de seducirte con charlas interesantes en los momentos de mayor tensión con el fin de relajarte.

Por mencionar uno de ellos, recuerdo la última cita posterior a mi viaje a India en que, con tanto interés y curiosidad, me preguntaba sobre la cultura hindú. Por suerte y quizás por los años en el oficio, Mirtita tiene un don muy particular que le permite entender a la perfección lo que uno cuenta mientras se está con la boca en su máxima apertura, con el tubito extractor de saliva al mango y con algodones aglomerando los alrededores de mis temerosas encías. Ella sabía perfectamente cómo mantener el hilo de la conversación sin distraerse por lo hilos de baba que involuntariamente terminaba derramando sobre el baberito verde cada vez que me ordenaba enjuagarme la boca.

Lo preocupante y la razón por la cual he abandonado a mi Mirtita se debe a un tercer arreglo fallido de una misma muela. No es un hecho menor… la pobrecita fue revocada ya tres veces!

Es una pena realmente. Perder la confianza construída durante tanto tiempo con un profesional que tanto cuesta elegir es angustioso y estresante. Era tan perfecta que parecería ser irremplazable. Pero mi muela no parece conmoverse por su ausencia y me sigue pidiendo - y de manera cada vez más dolorosa- una consulta urgente (comienzo a notar que la técnica de degustación y procesado de alimentos en la hilera derecha de dientes ya perdió su cualidad de provisoria y necesito una solución definitiva)

La semana pasada vino a visitarme mi amigo Pato y orgulloso me mostró su hermosa y discreta ortodoncia perfectamente escondida en el reverso de sus dientitos.

Animada por su nueva adquisición no dude en pedirle el número de su dentista. Tres días mas tarde me decidí a llamar a la clínica para pedir un turno.

Yo:- Hola buen día, quería pedir un turno para el odontólogo

Secretaria amable:- Cómo no, un segundito… (ruido de teclas)… (más taka takas)… Sí, decime, con quien querés el turno?

Yo:- Ah… eemmm… sabés qué? …La verdad no me acuerdo el nombre del tipo, llamé en realidad porque me lo recomendó un amigo.

Secretaria amable:- (creyendo leer mi mente) Aaah, está bien. Bueno te lo reservo con la doctora Catrina que es buenísima…

Yo:- (confiando en su elección) Bueeeno, daale.

Y fue recién luego de cortar el teléfono cuando me di cuenta en qué me había involucrado. De la dulzura de Mirtita había cambiado repentinamente de odontóloga por una tal Catrina… o Katrina!

Intentando disimular mi preocupación, me conecté de inmediato buscando a Pato para preguntarle el nombre de su odontólogo/a :



[12:27:42 p.m.] Molly Moon :

pedi el turno con el dentist finalmente

[12:27:55 p.m.] Pat!:

ah genail

con quien te dieron'

[12:28:04 p.m.] Molly Moon .:

lo que no supe decirle a la secretaria

era el nombre del odontologo

:S

cual te atendio a vos?

[12:28:22 p.m.] Pat!:

pedile con Gustavo Gregoret

[12:29:05 p.m.] Molly Moon .:

aah ah ok

[12:29:06 p.m.] Pat!:

creo q era asi

sino decile con el chongo

[12:29:12 p.m.] Molly Moon .:

siento miedo a decir vedad

[12:29:15 p.m.] Pat!:

jajaj miedo a q

hay uno solo y 2 minas

[12:29:23 p.m.] Molly Moon .:

me dieron turno con una odontologa de

apelido Katrina :S

[12:29:24 p.m.] Pat!:

chan}!

[12:29:36 p.m.] Molly Moon .:

ay si


El turno es para el Lunes que viene. Por lo pronto mantengo una actitud positiva y ni siquiera oscilé en cancelar el turno.



...El Lunes les cuento…